martes, 14 de septiembre de 2010

Poner límites: "una recomendación sin límites"

La difícil tarea de poner límites

En principio esta temática nos moviliza como adultos, y nos convoca a la necesidad de revisar nuestras propias prácticas, ya que en la tarea de educar "aprender a poner límites", es también parte de un proceso de aprendizaje.
Nos encontramos con la sensación de ser equilibristas caminando por una cuerda que oscila entre la permisividad y el autoritarismo. Un listado sin fin: las horas frente a la tele, la cantidad de golosinas, el deseo de dormir en la cama de los padres, etc. Esta lista sin fin hace imprescindible que pensemos: ¿Qué son los límites y para qué sirven? ¿Qué implica establecer un límite como padres?
• Un conflicto.
• Tomar una posición frente a la actitud del niño.
• Una responsabilidad.
• Decir NO frustra al niño y angustia al adulto.
• Renunciar a esa persona ideal y a nuestros propios deseos de ser siempre buenos.
• Temor a perder el cariño de un hijo, y deseo por no negarle nada.
• Tolerar que el niño manifieste su desagrado, y no impedir que los límites existan.
Sin embargo... Un adulto que no logra poner un límite con firmeza, se enfrentará con un niño insatisfecho, cuyas demandas irán en aumento. Los deseos siempre satisfechos implican la muerte del deseo. Por ello cuando un deseo no logra satisfacerse, el niño puede continuar deseando, por lo que el deseo es "el motor de la vida". ...
Volviendo a nuestra primer pregunta, podemos afirmar que:
Un límite:

  • Marca un continente y delimita el espacio por el cual el niño puede moverse.
  • Ofrece un ambiente seguro y confiable; en donde podrá jugar, explorar y aprender.
  • Establece un marco de contención, funciona como guía, da orden a su mundo y genera seguridad.
  • Posibilita la elección y permite una mejor percepción de la realidad, al reconocer lo incorrecto de lo correcto.
  • Permite al niño la oportunidad de pensar, de tomar la iniciativa y buscar soluciones.
  • Protege al niño de sus propias dificultades para controlar sus impulsos, y ayuda a evitar situaciones que pongan en riesgo su seguridad física y la de los otros.
  • Incrementa el respeto por ellos mismos y por los otros.
  • Favorece el desarrollo de la identidad y fomenta la autonomía.
Los niños desde pequeños, aprenden normas y valores tratando de parecerse a los adultos con quienes interactúan. El primer modo de aprendizaje es por identificación. Se trata, más que de prohibir, ofrecer modelos identificativos. Así como los padres definen las normas y pautas dentro del ámbito familiar, introducen a los niños en el marco de la sociedad, posibilitando una mejor convivencia. Como lo hemos señalado al comienzo de esta nota, la tarea de poner límites implica un complejo y continuo proceso de aprendizaje.

Lic. Gisela Gurfinkiel Psicopedagoga Escuela Infantil Manzanita
Nota original en encuentros.com

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